Mientras estuve casada con el argentino (ese al que mi papá quería porque, a pesar de ser un boludo, iba a mejorar la raza), hicimos un viaje a mi país natal. Allí, insertados en un hotel (costeado por mí), se me acercó un Sanky: —Vaya morena, ¡a ti sí que te ha ido bien! Esa […]