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¿De vuelta al subdesarrollo?
8 August, 2018
América Latina, antes llamada mundialmente el “tercer mundo” y ahora diplomáticamente considerada como región de países en desarrollo, sigue estancándose. La veíamos remando con vehemencia durante la década de los 80, recogiendo los frutos de su incipiente modernización. Era una América Latina que invertía el 3,7% del PIB en infraestructura, según afirma el estudio “Infraestructura en América Latina y el Caribe: tendencias recientes y retos principales” del Banco Mundial. Desde más o menos el 2002 hasta hoy día la región gasta menos del 2% del PIB en infraestructura.
Según el Banco Mundial, para alcanzar a países que, en el pasado, se consideraban subdesarrollados, como China o Corea, América Latina debería invertir entre el 4 y el 6% anual en infraestructura. ¿Esto qué significa? No solamente que la región se va deteriorando en términos de competitividad sino que, fundamentalmente, sus comunidades siguen desconectadas y sin acceso a servicios públicos básicos. En suma, ese estado dinámico o en desarrollo que define a la región se ha estancado y en algunos países, está caminando para atrás como el cangrejo.
Para aumentar la confianza inversora en la región latinoamericana y nos sea posible recuperar esa competitividad tan esquiva de la última década, el sector público debe mejorar las condiciones internas y la competitividad para que el sector privado genere mayores niveles de producción. Y es justo aquí donde está la raíz del problema: América Latina sufre de un cáncer llamado corrupción, cuyos tentáculos han cooptado casi todos los procesos comerciales y regulaciones que rigen la contratación pública. Este fenómeno ha llegado a un momento cumbre el pasado 21 de diciembre de 2016, cuando el Departamento de Justicia de los Estados Unidos reveló que la firma constructora Odebrecht, de Brasil, había gastado 788 millones de dólares en sobornos a funcionarios públicos entre Latinoamérica y África. Este hecho salpicó a los gobiernos de Brasil, República Dominicana, Panamá, México, Guatemala, Ecuador, Perú, Venezuela, Colombia y Argentina.
En Argentina, tanto los Kirchner como Macri se han visto involucrados en este escándalo por recibir sobornos de la constructora y por celebración indebida de contratos. En Brasil, los últimos tres presidentes Fernando Henrique Cardoso, Lula da Silva y Dilma Rouseff están siendo investigados como también 8 ministros del actual gobierno. Mientras, en Colombia, el gerente de campaña del actual presidente Juan Manuel Santos reconoció haber recibido dinero de Odebrecth como parte de la financiación de campaña. El ex congresista Otto Bula fue detenido por recibir una coima de 4.6 millones de dólares para favorecer a Odebrecth en la licitación de una carretera.
En Perú, varios expresidentes han sido nombrados en el escándalo Odebrecht. La Fiscalía anticorrupción solicitó 18 meses de prisión preventiva para Alejandro Toledo, presidente del país entre 2001 y 2006, a quien se le acusa de haber recibido 20 millones de dólares en sobornos por favorecer a la constructora en la licitación para el desarrollo de la carretera interoceánica Sur. Como si esto fuera poco, el ex presidente Ollanta Humala y su esposa, Nadine Heredia, fueron encarcelados por recibir financiación de Odebrecht para su campaña presidencial. El ex presidente Alan García, quien fuera presidente de 1985 a 1990 y de 2006 a 2011, está siendo investigado por supuestas irregularidades en la concesión de dos tramos de la línea uno del metro de Lima. Estos y otros cientos de funcionarios públicos y políticos de América Latina enfrentan hoy procesos judiciales, principalmente por recibir sobornos y celebrar indebidamente contratos en pro del desarrollo.
Desde que Norberto Odebrecht fundara la hoy tan polémica constructora, su misión era invertir en países en desarrollo en vez de invertir en economías sólidas, con todos los riesgos que esto implicara. No hay que olvidar que gracias a la gestión e intervención de la constructora brasilera, varios países latinoamericanos hoy en día tienen represas, carreteras, e hidroeléctricas acabadas y eficientemente construidas. Según un ex funcionario de Odebrecht, una de las prioridades de la constructora era invertir en el recurso humano. De manera que, por ejemplo, en el caso de Perú, Odebrecht traía especialistas de Brasil para capacitar a los locales en ingeniería y reclutaban talento por todo el país para capacitarlos en ingeniería eléctrica, mecánica y electromecánica. Según la misma fuente, antes de Odebrecht, en el Perú no había mano de obra especializada para construcción de infraestructura y hoy en día, abunda.
Hay un dicho popular en Colombia, que estoy segura aplica para toda América Latina; que robe pero que haga. Un dicho que se refiere a los politiqueros cuando hacen campaña y prometen hospitales, escuelas, etc. El pueblo es consciente de que la mayoría de promesas se quedan siempre en el tintero porque los funcionarios, una vez electos, cobran su tajada y se desentienden de lo prometido. Es tan normal la corrupción en la función pública que el pueblo acepta que roben pero humildemente pide que, por lo menos, cumplan con las obras y las hagan. Es en esta dinámica, en la que constructoras como Odebrecht, ajustan sus gestiones a las burocracias locales, pagando coimas para obtener contratos, favoreciendo a funcionarios corruptos y hasta eligiendo presidentes; en muchos casos para dar continuidad a proyectos de mayor envergadura que se encuentran aún en desarrollo.
Cabe anotar que desde que en Estados unidos se aprobó la ley de prácticas corruptas en el extranjero FCPA, que prohíbe a las compañías norteamericanas o a cualquiera de sus subsidiarias, independientemente de dónde estén ubicadas sus operaciones y sus empleados, propiciar directa o indirectamente sobornos a funcionarios públicos en el extranjero con el fin de beneficiarse de esta acción, las únicas empresas que se ganan licitaciones estatales en América Latina son latinoamericanas o europeas. Vuelvo entonces al concepto de región en vías de desarrollo, como se cataloga a América Latina desde que se acabó la guerra fría. El concepto a finales de los 70 y comienzo de los 80 era optimista, auguraba porvenir y florecimiento económico. China, Corea e India se consideraban también ¨en vía de desarrollo¨. Hoy en día, China, Corea e India se consideran superpotencias emergentes y América Latina sigue sumida en el ya anacrónico e impreciso concepto de estar en desarrollo.
El tsunami Odebrecht sólo puso en evidencia lo obvio. El entramado de corrupción en América latina es tan hondo y está tan fuertemente arraigado a las prácticas irregulares de contratación estatales, que revela cómo sigue primando el interés de unos cuantos señores feudales sobre el interés común. Así las cosas, el desarrollo en términos de infraestructura en Latinoamérica está en los paraísos fiscales de algunos ex mandatarios, hoy prófugos de la justicia, o en los bolsillos de los jueces, cuyo voto de silencio es cada día más costoso.
Mientras tanto, los pueblos siguen viviendo en condiciones infrahumanas por falta de acceso a los recursos básicos; luz, agua y alcantarillado. Los jóvenes siguen sin poder ir a la escuela por falta de vías accesibles y los políticos ya no roban y hacen; al parecer solamente roban… porque pueden.