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Poesía boliviana
8 August, 2018
En este número, Deshoras se asocia con Círculo de Poesía, revista electrónica de poesía que recientemente celebrara diez años de vida. En horabuena Círculo de poesía. Y que la belleza de la palabra prevalezca siempre.
A continuación les presentamos una muestra de Pequeñas Mudanzas el más reciente libro de Paura Rodríguez Leytón, (La Paz, 1973). Poeta y periodista. Ha publicado Del Árbol y la arcilla azul azul (Argentina, 1989); Ritos de viaje (La Paz, 2004; Caracas, 2007, ed. digital); Pez de Piedra (La Paz, 2007) y Pequeñas mudanzas (Colombia, 2017). Este libro, Pequeñas mudanzas, recibió el Accésit del Premio Internacional de Poesía “Pilar Fernández Labrador” 2017 convocado en Salamanca, España. La edición premiada será entregada el 26 de octubre en Salamanca, en el marco del XX Encuentro de Poetas Iberoamericanos en Salamanca.
Pequeñas mudanzas
Paura Rodríguez Leytón
1
Destejer
equivoca
el curso
del tiempo,
enturbia
el agua.
Un nombre pretérito
moldea el contorno de tu rostro.
La epidermis de los días
no se resquebraja fácilmente.
Al final,
transaremos con lo desconocido
como ilusos viajeros
piaremos
si es que el hambre nos deja un hueco en la memoria.
Nuestra frente será dichosa.
¡Ya
trina
el cielo!
3
Nombres
atados
en extraños nudos,
hijos de cuerda floja.
Y cae
el verano
saturado
de abalorios.
Del antiguo mar
llega el impulso
de abrazar
una suave prenda en el recuerdo,
una calidez en peligro de extinción.
Y secretamente ruegas,
reclamas lo divino.
De un antiguo mar
nos queda la sal
que viene
a escribir
los nombres.
5
Privilegio
de admirar
las estrellas
y deshojarlas
como dalias secas
en un bai
le difuso.
Intuyo
el desgarro
de la luz agonizante
cuyo grito aún se reparte
más allá de las aguas
que aq
uel loco navegante nunca temió.
La oscuridad se muestra larga,
su voz es un ladrido.
Un vicio por lo oculto
cubre
los desvelos del día.
7
Pensando en Anastasia
Hablo
de un tiempo
rebobinado como hilillo de araña entre los dedos.
La melodía nos lleg
aba al amanecer,
nos recordaba el agua que fluía eterna
en el pilón donde nadaban los patos,
mientras la muerte
paseaba
por el paladar de la abuela desconocida
que íbamos a ver.
El extravío había comenzado cuando olvidó su nombre
y guardó su dinero dentro de un libro de la biblioteca.
Ella,
que conjeturaba fantasmas
yo,
que los encontraba en las manchas de las goteras.
Ella,
que respiraba moscas por la boca.
Los goznes habían sucumbido
y la herrumbre alcanzó el cielo.
La búsqueda de algo perdido
(que no se sabía qué),
había hecho que toda la casa se vaciara al patio.
Corríamos por encima de las sábanas,
tratábamos
de salvar
nuestros pies.
9
Rumiar la palabra,
ahogarse
en silencio
en tiempo de aridez,
los ojos se refugian en pantallas gigantes:
tiempo
ruidoso
que se incrusta
en las células
como ola ardiente.
¿Acaso
no seremos
primitivos
de nuevo?,
¿acaso
ya no
descubriremos
el
fuego?
2
Pequeñas mudanzas
¿Será la desmemoria perpetua
la que nos lleva de la mano,
tanteando los abismos?
Morar este pequeño espacio
es ser un amasijo de almas.
Cavar y cubrir
el hueco
con la misma sed
nos hace brillar con aura de animal herido.
Las breves
muertes
de cada día
marcan
la distancia
entre nosotros
y nosotros.
¿Cómo cavar mudamente la atmósfera?
¿Cómo desandar estas pequeñas mudanzas?
Esta cueva
insondable
será la amnesia,
el engaño
de habitar recuerdos
de remoto origen.
4
Tiempo dado que ejerce la frescura de un cuenco de agua.
Agua que se vacía sobre las manos:
tarea inacabada,
distante reflejo del pasado
en el que no fuimos
ni héroes ni testigos.
Un hueco
horadado
de tanto gotear
al cielo
se hunde
como velo gris
de humo.
El alma ciega
sabe cómo
abrir un candado,
palpa
el borde
de la vida,
teje los caminos a punta de huellas.
6
Pasmosa ensoñación
Lo frío de la nada no ahuyenta a las hormigas
que siguen alimentando el ritmo de su cueva
como el humus que vuelve la vida eterna
en un largo sueño vegetal.
Lo crudo en el olor de la arena,
no nos ahuyenta:
ese soberbio mar
ruge
erizado
y azul.
Pensar
es una tarea exorbitante:
una minucia del lenguaje que acontece despacio
y el tiempo
quizá
no existe
fuera
del cuerpo
que avanza en río.
8
El cielo
tiene
un aullido
de lobo,
nos lame
larga y anchamente
con ternura de vaca.
Nos doma
en tarde rosada
que casi sangra,
vacía de silencios.
Acontece
entonces el tiempo:
ralo,
escueto,
digamos que corroído por el uso.
Insurrecto
resbala entre los dedos:
es nada.
10
Quizá mordiste demasiadas veces la tristeza.
Te sangró la palabra.
Por el ojo de la ceguera
te manó el olvido.
Te salvaste.
Arropaste tus huesos.
Puliste tu alambique.
Con el corazón abierto,
latiste .
Ilustraciones por:
Federico González López, Arquitecto y Diseñador Colombiano, estudió en la Universidad Nacional de Colombia con Maestría en Diseño Industrial para la Arquitectura en el Politécnico de Milán, Italia. Actualmente reside en México.