Mercedes Morales
¿Qué puede un cuerpo? Entrevista a Juan Francisco Maldonado
6 August, 2018
Conocimos a Juan Francisco Maldonado tratando de encontrar artistas que nos ofrecieran respuestas, y que al mismo tiempo se cuestionaran, que buscaran opciones más humanas de las que nos brinda la danza técnica tantas veces estéril para diseñar un discurso que proponga y provoque.
¿Podrías compartir con nosotros la naturaleza de lo que haces? Impulso y motivaciones
No sé si podría decir que lo que hago tenga una naturaleza específica, pero está compuesto por una serie de prácticas, mezcla de diversos impulsos que tal vez en lo más fundamental encuentran un punto de fuga en común. Una pregunta central es la spinoziana: ¿Qué puede un cuerpo?
El cuerpo, por su potencial político radical, ha sido disciplinado a lo largo de los siglos hasta un punto en el que hemos olvidado la potencia que guarda. No es coincidencia que, normalmente, el entrenamiento de lxs bailarinxs esté particularmente militarizado; pero lo mismo ocurre con cualquier tipo de condicionamiento aplicado a nuestros cuerpos, empezando por el más totalizador de todos: el régimen heteropatriarcal, que nos dice cómo actuar en la cotidianidad, como caminar, como comer, que es correcto o no, qué es posible o no, a quién amar, a quién odiar y cómo hacerlo.
Por supuesto que la pregunta de Spinoza no tiene una única respuesta, y de hecho buscar responderla de forma literal puede ser un error, pero indagar en ella nos permite descubrir limitaciones que se han impuesto sobre los cuerpos y que están tan internalizadas que muchas veces son ya invisibles. Podría decir, muy en general, que me interesa buscar y compartir herramientas que permitan liberaciones, fracturas, desorganizaciones, reconfiguraciones; sean estas dispositivos escénicos, pedagógicos, textuales o sociales. Además, creo que esa búsqueda es mucho más interesante y fértil si se practica desde lo colectivo, porque un cuerpo nunca existe solo, ni se condiciona individualmente, ni se libera solo. Cada vez creo menos en el trabajo individual y más en las prácticas colectivas.
¿Cómo integras el juego, el azar y el contexto en tus piezas?
Creo que una pieza de arte es una pequeña máquina de producción de sentido y por tanto es siempre un juego. Es un marco que propone relaciones, que invita al participante a entrar en relación con él. Si pensamos la obra de arte desde allí, el azar es siempre un elemento importante. Uno propone las coordenadas del juego pero nunca sabe cual va a ser el resultado, cual va a ser la respuesta, cómo va a ser leído.
El contexto es fundamental. Podríamos decir incluso que el arte no es más que contexto. Un piso en común, una serie de presupuestos que nos permiten entrar en discusión dentro de ciertas coordenadas. Que el arte como contexto esté tan firmemente establecido en la cultura permite discusiones interesantes pero también neutraliza muy fácilmente las posibilidades políticas de una acción. El considerar algo “arte” tiende a des-radicalizar cualquier discurso, y es por eso que es muy importante tener cuidado con lo que nombramos arte. Es posible que en la actualidad la tarea del artista sea, por un lado, traicionar al contexto del arte, engañarlo, y por el otro, desmantelarlo.
¿Qué importancia tiene para ti proponer opciones a la perspectiva del mundo como lo conocemos (relativo, a veces perverso) o prefieres mostrar una realidad plana, con metáforas, pero sin mensajes ni conclusiones morales?
No me interesa mucho la metáfora dentro de mi trabajo porque creo que la danza —cuyo verdadero potencial está en lo estrictamente experiencial, en lo sensible, en la sensación, en la piel, en los huesos, en los olores— por mucho tiempo ha sido presa del lenguaje, de la metáfora y del teatro. Pero tampoco creo que la realidad sea plana nunca. De la danza (y de la coreografía también), más que representar la realidad o mostrarla, me interesa encontrar nuevas maneras de relacionarnos con ella. Entender que percibir la realidad es construirla, y que si encontramos otros tipos de percepción y sensación, podemos construir otras realidades. Para lograr esto la imaginación es fundamental, por supuesto. Imaginar fuera del campo de lo posible nos permite modificarlo. Modificar los márgenes de lo que es posible y lo que no. En ese sentido, creo que las conclusiones morales ayudan a reafirmar el campo preestablecido de lo posible, a fortalecerlo. Creo que muchas veces la moral funciona como una “prisión de lo posible” como diría Marina Garcés, y entonces trato de alejarme lo más posible de un pensamiento moral, aunqueno siempre es tan fácil.
En tu opinión, ¿es la provocación un vehículo directo para comunicar?
Pienso, y esto se relaciona con lo que decía antes sobre lo experiencial de la danza, que el significado está un poco sobrevalorado. Por supuesto depende de cada caso, pero en la danza, y muchas veces en el arte en general, me parecen más importantes esas percepciones que pueden reorganizar el plano de lo sensible, como diría Rancière, que aquellas que son cabalmente comprensibles. En esa misma línea, quizá no se trata tanto de comunicar algo, un mensaje, sino de transmitir un estado, o incluso yendo un poco más lejos, de producir una situación en la que surjan nuevos estados, nuevas formas de estar.
La provocación puede ser un gran vehículo, pero también hay que tener cuidado con ella porque puede tender muy fácilmente a la manipulación, que termina siendo una forma de dominación. Es precisamente nuestra educación racionalista, cartesiana, la que nos hace buscar siempre un significado a las cosas. Quizá una labor importante del arte es ayudarnos a desaprender a Descartes, ayudarnos a salir del exceso de representación en el que vivimos imbuidos.
¿Qué característica debe tener en tu opinión una danza intrínsecamente en tu caso mexicana y en la nuestra dominicana, caribeña, viviendo de espaldas al mar y con nuestros patrones de excelencia derivados de Europa y Estados Unidos?
No se si sería exacto hablar de una danza intrínsecamente mexicana o dominicana porque, como sabemos, el estado nación es una ficción moderna y colonial, y las identidades nacionales son la cara amable de esa ficción. No puedo hablar de dominicana, pero en el caso mexicano la identidad nacional como unidad homogénea ha sido una estrategia para invisibilizar el racismo sistémico, para despojar a los pueblos originarios, y para mantener a las clases altas (y blancas) en el poder; todo esto bajo el argumento de que “todos somos mestizos”.
En el período de consolidación del estado nación mexicano postrevolucionario se inventó esta ficción que sigue operando hasta hoy, y que nos hemos creído profundamente. Puesto que la idea de estado nación es europea, junto con su implementación se ha implementado también todo un paquete de prácticas organizativas, económicas y culturales, entre ellas la idea que más o menos seguimos teniendo del arte.
Si bien no es posible pensar en una danza intrínsecamente mexicana o dominicana sin caer en una trampa colonial, pensar en danzas específicas a sus contextos sí lo es (que de hecho las hay por montones aunque a veces no las veamos). Si la mayor aportación (o sujeción) colonial a la danza fue convertirla en un espectáculo, se me ocurre que podríamos empezar por devolverle a la danza su carácter ritual, circular, participativo y colectivo.
Queda, por supuesto, una pregunta abierta:
¿Cómo asumir nuestra inevitable herencia colonial sin ser presas de ella? ¿Cómo descolonizarnos sin pecar de ingenuidad, sin creer que podemos simplemente olvidarlo todo? ¿Como trabajar desde la suciedad epistémica que nos caracteriza? ¿Cómo voltear a nuestro favor las herramientas de Occidente?
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Mercedes Morales es Directora Nacional de Danza de la República Dominicana
Juan Francisco Maldonado está interesado en la coreografía, el cuerpo, la teoría y sus interrelaciones. Ha escrito para revistas como La Tempestad, Registro y Tierra Adentro, publica fanzines de crítica coreográfica como Amor en Uruguay y Fanzine Tiburón. Actualmente desarrolla un proyecto de investigación sobre las manifestaciones de protesta como fenómeno coreográfico. Fue invitado del Fórum Nacional de Danza en República Dominicana versión 2018.