El Taller Literario de contratiempo
Confluencia de voces 1: poemas y cuentos del taller literario de contratiempo
2 February, 2023
Los poemas reunidos en esta muestra de cuento y poesía del taller de contratiempo, son el trabajo de 11 autores que asistieron a los talleres que dirigió la poeta Luisa Futoransky, durante la primavera y verano del año 2022. Las 11 voces reunidas en esta selección de cuento y poesía, convergen desde varios puntos de Latinoamérica y España, teniendo el “agua” presente en sus palabras. En esta primera entrega: Eugenia Keiser, Mariana Mazer, José Zurita, Miriam Rivera Hokanson y Febronio Zataraín.
Selección por: M. Marzana.
País de aguas
Al comienzo se me hizo difícil acostumbrarme a vivir aquí. Hace ya más de once años que volví. Sucede que la casa está siempre rodeada de agua y me trae imágenes de Venecia, New Orleans y otros sitios. Abro una puerta y veo el mar. Abro otra y ahí está la cordillera nevada.
Vivo encerrada. Las ventanas hablan sin cesar a través de la lluvia. Me siento en mi escritorio y estoy rodeada de agua. Ha entrado y nos ha inundado. El agua es benigna, pero tiene todo mojado. Se filtra por todos lados. Los libros flotan de una pieza a otra. La cama en el dormitorio es una cuna meciéndose con el oleaje.
Son estos tiempos: los niveles de las aguas han subido muchísimo. Tal vez a causa de un tsunami o porque la geología se ha descuadrado por los deshielos y los cambios climáticos. Siempre fuimos así. Gente de movimientos de aguas, de islas y archipiélagos, de ríos y desembocaduras. Gente de lagos y cascadas.
Dicen que es cosa de aclimatarse a las circunstancias, algo que me ha costado bastante. De a poco me fueron creciendo branquias para respirar, aletas con radios espinosos. Los ojos se me han desorbitado y mi piel tiene la consistencia de escamas cartilaginosas. Ya no camino. Nado y pego coletazos. Me dio miedo al principio.
Y en verdad todavía tengo temor. Temor de ahogarme.
Arborecer es mujer
Mi amiga sacó una bella fotografía de un árbol botado a orillas de un río, en sus caminatas por la cordillera.
Semeja a una mujer que comba sus cabellos, suaviza sus estrías, lava los brazos de su savia, armoniza con el esplendor de la tarde y la tierra color óxido.
No se había rendido, después de una batalla; al contrario, bebía y rejuvenecía. Se preparaba para las próximas estaciones.
El agua corriente lamía su lomo o tronco horizontal y goteaba de su corteza o piel cascareada. Mujer sabia, bajo ese latido residía un cuerpo a medio terminar, desnuda y nativa.
Allá en la montaña, se levantaba un árbol en la playa de un río. Hundía su rostro en el agua y sacudía su copa espléndida.
Aguas guardianas
Desde el ahogo # como pulsación en mis venas
me doy cuenta del vacío # y los pasajes subterráneos
por donde se encaminan # las aguas guardianas.
Toda esta ajenidad que nunca conocí antes
ascenso de un perfume inusitado
que empolva mi encierro de años.
Eugenia Toledo Renner. Temuco, Araucanía, Chile. Master y Doctorado en Literatura Latinoamericana y Española en la Universidad de Washington, Seattle. Poeta, escritora freelance y gestor de cultura. Ha publicado nueve libros de poesía, un libro de cuentos, 9 textos para enseñar a leer de adultos mayores en el campo. Poemas en Antologías y revistas publicadas en Chile y el extranjero. Sobre la Araucanía en Chile tiene cuatro publicaciones: Tiempo de metales y volcanes (2007), Casa de máquinas (2013), Vidas robadas (2019) coautora, y Kawürwe (2022). Eugenia incursiona el arte haciendo libros-objeto que combina con poesía.
Exequias ictiológicas
Un pez rojo
flota muerto
desde el fondo
lo miran
erizos,
langostas,
hipocampos
lo rodean
partículas de agua
polvo de otro siglo
que esta noche brillan
bajo la luna llena
para iluminar al pequeño
deshabitar
el cuerpo
extinguido.
Campanas de las ballenas
Pelo de medusa en la corriente
entre peces que observan con sus ojos de niebla
heridas de sirena
que ya no se curan por las calles del mar
las campanas de las ballenas anuncian
es hora de migrar de esta viejísima vida.
Luz submarina
Todas las noches enciende su mecha
una vela en el fondo del mar
quienes conocen estas aguas
dicen que es una estrella caída
o una luciérnaga
quizá, les digo, solo sea el brillo de un recuerdo
que alguien haya perdido
y aún esté buscando.
Mariana Mazer (Buenos Aires). Ha publicado poesía y cuentos en antologías y revistas latinoamericanas y de Estados Unidos. Es estudiante de doctorado en literatura en la Universidad de Iowa y graduada del MFA en escritura creativa en español en la misma universidad.
El agua mata
Te digo que siempre necesité del agua. Recuerdo que cuando era niña tenía que satisfacer mi sed a como diera lugar y ya desde la edad de cuatro o cinco años, en cualquier descuido de mis padres cogía los vasos de agua ajenos y me los tomaba completos, ya fuera en un restaurante o en alguna fiesta.
En esos tiempos que te estoy hablando, el agua todavía no se vendía en botellas ni se comercializaba como ahora. Uno abría la llave, ponía su vaso, esperaba a que se llenara y sanseacabó. En la casa, eso sí, contábamos con un filtro, pero los niños, por lo regular, pegaban su boca hacia el chorro del agua y de ahí bebían.
A veces cuando llegaba a escasear, iba con mi mamá a una antigua toma, que se encontraba cerca de la casa y ahí había que esperar y esperar hasta que el hilito del líquido fuera llenando cubetas y ollas, formadas una tras de otra. En tanto eso ocurría, las vecinas y yo nos extendíamos en nuestros diferentes juegos; mientras que las señoras se actualizaban en los chismes acerca de fulanito y fulanita de tal.
Es importante contarte que por esos tiempos el agua a veces también se desperdiciaba, cuando menos en mi barrio; ya que en Sábado de Gloria, de imprevisto, alguien comenzaba con la mojadera y eso era litros y litros regados en las calles y banquetas.
Pero basta, creo que le estoy dando mucha vuelta al asunto y todo por no querer hablar de mi problema. Y tú me preguntarás, ¿pues cuál es tu problema? Pues es ese mismo, el del agua. Ocurre que con los años comencé a volverme adicta a ingerir agua en exceso. Agualcólica, le dicen. Agualcólica su madre le dije a la doctora el día que me diagnosticó.
Venía desde hace tiempo padeciendo problemas de insomnio, náuseas, agotamiento y fuertes dolores de cabeza. Así que tuve que ir a la clínica a que me revisaran porque en mi caso eran ya muy frecuentes. Y pues cuando una tiene hijos da miedo que te encuentren algo extraño. Así que la doctora me dijo que tenía que estar bajo supervisión durante un tiempo y me recomendó acercarme a un grupo de gente que dizque también se encuentra afectada por esta situación.
Qué te digo, pues que ha sido difícil iniciar con este proceso. En esa agrupación me he encontrado con hombres y mujeres con la misma problemática y a mí desde un principio no me ha gustado aceptar esta situación. Siempre creí que beber agua era algo de lo más normal. Y ciertamente fue aumentando mi consumo pero siempre lo justificaba con la idea de que era una práctica saludable, además de que me ayudaba a bajar de peso.
Nunca creí que el exceso de agua en mi cuerpo afectara mi salud. Y he batallado con eso pero hoy trato de comprender lo que me pasa y estoy dispuesta a asumirlo y hacer algo al respecto. Estoy consciente de que esta adicción va ir progresando y de que incluso me puede llevar a la muerte, como toda esa gente que ha fallecido intoxicada por la ingesta excesiva de agua.
Por último, me gustaría decirte que cada vez me siento mejor, he podido aclarar muchas situaciones en mi mente, comprenderlas. Te conté mi experiencia con la única finalidad de que te cuides y entiendas que aunque la mayoría de la gente considera que el agua es vida; en algunos casos, como el mío, beber agua en exceso también mata.
Historietas
Soñar despiertos era nuestro juego favorito. Me gustaba agarrar una historieta e irle inventando otro diálogo a las viñetas. Eso siempre lo hacía reír.
Él era mi mejor amigo. De esos con los que te dicen que no te debes juntar. Pero yo, dentro de mi inocencia, consideraba que no era lo suficiente malo como para alejarme de él.
Sin embargo, el tiempo y las diferentes rutas trazadas terminaron por alejarnos. Yo tomé el camino de los estudios y él siguió por la ruta del trabajo a temprana edad y las malas compañías.
En ocasiones nos llegábamos a encontrar. Supe por él mismo que había estado en la cárcel y que no la estaba pasando tan bien.
La última vez que lo vi estaba sumamente deteriorado. La droga y la mala alimentación habían hecho estragos en su cuerpo y en su mente. Apenas si me reconoció. Llevaba consigo una historieta. Hablaba solo. Parecía como si estuviera recreando en su cabeza sus propios diálogos. Sonreía.
Improperio a Mickey Mouse
Nunca he sido demasiado atrevido en la vida y cuando he querido serlo todo me resulta mal. Como en aquella ocasión en Disneylandia que intenté emular lo realizado por un osado amigo.
Según lo que me contó este intrépido, hace algunos años se ganó unos boletos para este fantasioso lugar, y desde entonces planeó hacer algo distinto, así que se le ocurrió mentarle la madre a Mickey Mouse, así sin más. Y cuando estuvo cerca de él le soltó: chinga a tu madre, sin mediar más palabra. El famoso ratón ni siquiera se inmutó, con su sonrisa de plástico y sus guantes blancos continuó saludando a los cientos de fans que se le acercaban.
Pero los tiempos han cambiado y el tipo de trabajadores migrantes también, así que cuando yo me acerqué, tan sólo hace unos meses, al famoso ratón y le lancé al sabido improperio. Debajo de aquel disfraz se encontraba un muchacho venezolano, quien abrumado por el calor de Florida y fastidiado por traer el disfraz puesto, se sintió ofendido y logró sujetarme y llamar a la seguridad.
Para intentar justificarme argumenté que el sujeto me había hecho una seña obscena y por tal razón lo había ofendido.
Para aclarar lo sucedido nos llevaron a una oficina y mientras esperábamos a que viniera el jefe de personal, aquel trabajador sudamericano, quitándose el disfraz de la cabeza, continuó con sus quejas: “Pero, ¿qué te pasa chamo, porque me ofendiste, acaso estás desquiciado? “Perdona amigo. En realidad no quise ofenderte. De hecho pensé que no me ibas a entender. Solo quise hacer una broma”. “Pero tú crees que por lo que aquí me pagan tengo que aguantar lo que se le ocurra a cualquier mexicanito que se me acerque”. “Pero tranquilo no se trata de seguir ofendiéndonos” “Es más, le dije, mi esposa también es venezolana y yo como arepa casi que todos los días”.
Eso lo calmó y al final, después de disculparme, terminamos siendo amigos y aclaramos la situación cuando llegó su jefe, hasta tuve la chance de pedir trabajo. Lo más sorprendente es que, después de ese incidente, me lo dieron.
Desde entonces somos grandes panas. “Hasta mañana, pinche Mickey”, le digo al finalizar cada jornada. “Hasta mañana, piaso ‘e Pluto”, me contesta riéndose.
José Zurita. Periodista y microcuentista de la Ciudad de México. Actualmente radica en Chicago.
Destellos
Por los intersticios
veo destellos
cincelar a manojos
rocas y piedras ancestrales.
Filiformes destellos
me habitan,
surcan y abanican
las hierbas milenarias,
permeando mis campos
de inasible fragancia.
Son portadores
del bien,
conforman su inigualable silueta
me aúno a ellos.
Soy su fluir…
Oda al Itasca
Prístino cuenco acuífero,
tupido de bosques, animales y plantas ancestrales,
conserva tus encantos mientras capto tu inigualable belleza.
Cientos de adyacentes fuentes concertaron
en pacto sagrado, unirse al cauce
y dar vida a su gigante y valiente hijo, Misiziibi.
Ozaawindib y sus ancestros conocían este secreto.
Sitio mágico del norte,
donde plantas humanas caminan
haciendo malabares,
Donde nace el gigante Misiziibi.
Desde que Ozaawindib y Schoolcraft sellaran el pacto,
el lago Itasca como fuente verdadera de tu nacimiento,
se convirtió hace dos siglos
en el flujo continuo de gente y de agua
que se desliza entre las rocas.
Nota: En lengua Ojibwe, Misiziibi significa Misisipi.
Miriam Rivera Hokanson. Honduras. Es Doctora en Lenguas Romances por The University of Alabama. Es investigadora, crítica literaria y Profesora Asociada de Lengua, Literatura y Cultura en Bemidji State University, Minnesota. Especializada en Literatura latinoamericana, literatura de mujeres centroamericanas, poesía, novela, teatro, cine y performance. Algunos de sus proyectos de investigación han sido publicados en artículos para libros y revistas académicas.
Luz líquida
El Dios y el Diablo
se fueron de parranda
en aquellos tiempos
la vía láctea era oscura
y a cada rato
se caían
debido a los baches
y a las piedras
Hartos de tanto golpe
decidieron llenar de luz
a las tinieblas
Se orillaron
cada quien se sacó su miembro
y sus orines eran chorros
de estrellas
El agua me recorre
Líquido que se mueve a sus anchas
en mi cuerpo
Los otros
al pasar mi paladar
se espesan
La ligereza del agua me transporta
hace que me sienta equidna
ajolote
camérula
que viva el preciso instante
en que surge la danza
de los cuatro elementos
Febronio Zatarain. México,1958. Sus más recientes libros son: En Guadalajara fue (novela), Veinte Canciones en Desamor y un Poema Sosegado, y Febrónimos de Urgencia. Ha colaborado en diversas publicaciones de las que destacan la revista Crítica (de la Universidad Autónoma de Puebla) y el suplemento cultural La Jornada Semanal del diario mexicano La Jornada. En 2015 ganó el Premio Latinoamericano de Poesía Transgresora organizado por la editorial Verso Destierro con el poemario: El ojo de Bacon. En 2021 obtuvo el primer lugar en el I Certamen de Prosa Poética “Homenaje a Raquel Weinstock”, organizado en Argentina por el Semanario La Opinión y el Diario de la República.